Y un buen día…El arte.
Comparto con ustedes mi más reciente entrevista en Diario Libre.
Por: Inés Aizpún
La vida de Lidia León cambió en 2013, el año en que decidió que en la casilla de “Ocupación” en sus documentos se leerá… artista. Hay mujeres que pasan la vida entera tratando de saber qué quieren. Otras lo saben y no se atreven. Algunas lo descubren y se atreven.
Santo Domingo. Delgada, leve, con voz una voz dulce sorprendentemente firme, Lidia León Cabral decidió que a los 50 años se concedía a sí misma el permiso de ser lo que siempre quiso ser. “Artista” repite con respeto y con alegría indisimulada. “Artista” y la palabra tintinea divertida.
El año, de tan mal número para los agoreros, le ofrecía además una puerta grande por la que entrar a un mundo, el del Arte, que conocía bien pero no desde ese lado de la barrera. 2013 tenía como atractivo y reto una Bienal a la que concursó con tres proyectos y que le permitió mostrar, decidida, que su vida había tomado otro camino.
– ¿Así, de repente?
– “No. La llamita siempre había estado ahí y de hecho me presenté con un seudónimo en 1996 al concurso Eduardo León Jimenes. Lo que pasa es que yo misma no me atrevía y el contexto familiar, sus proyectos, me fue arropando de tal manera que se iba posponiendo. Ahora entiendo que tenía que entender mis raíces, de lo contrario no sé qué hubiera sido como artista. Danilo de los Santos me dio el ánimo que me faltaba para presentarme a la Bienal de este año.”
De los tres proyectos, el Jurado eligió uno y la engañosamente frágil Lidia se presentó en el Museo de Arte Moderno dispuesta a levantar las cuatro torres de andamios de 45 pies que se necesitaron para estructurar su ADN. El Arte De Nadar, una obra ambiciosa y muy bien construida, imponente en el espacio desde el sótano hasta el último nivel del MAM. La pieza, de múltiples lecturas y muchas perspectivas, hermosa en sí misma, evoca necesariamente el momento del origen. Del nacimiento, del descubrimiento. Una buena manera de explicar el viaje iniciático en su nueva profesión:
– “Todos venimos del agua, todos venimos del vientre, del líquido. El ADN es el origen y es lo que nos distingue, lo que nos hace individuos. Pero también es lo que nos hace humanos, lo que nos une. Y en esta simbiosis entre lo que nos diferencia y lo que nos une está la fuerza. El adn es un símbolo universal, todos nos reconocemos en él. Es la energía femenina y masculina cuando están al punto de su encuentro, de ser fecundados. Ahí me encuentro yo, en el medio del mar, en una pieza de 40 pies de alto y que simboliza el momento púnico de la concepción. Esa es mi entrada al Arte”.
Su instalación se vertebra en torno a redes de pescadores y a boyas recogidas en las playas, restos de plásticos que pasan de ensuciar las costas a erguirse en un Museo… El mar es algo más para esta artista. Se deduce de su emoción al describir un Caribe poderoso, de olas vigorosas explotando en el arrecife. Naturaleza violenta que hipnotiza y calma:
– “Las solas estrellándose, todavía recuerdo que me decían tantas cosas de la vida, de esa vida en la que se aprende a base de cacazos, a base de momentos difíciles y que termina en esa espuma que refleja el espíritu que llevamos dentro. Cuando se aquieta uno puede ver realmente la luz espiritual que todos llevamos dentro. Por eso tengo mucho respeto a mis momentos de crisis profunda, y las crisis profundas de los otros. Acompañar a otros en sus crisis es un privilegio.”
– Es difícil, imaginar que su vida ha sido difícil…
– ” Entiendo que para muchas personas quizá mi vida ha sido muy fácil y que he sido muy privilegiada… Es verdad que he sido bendecida y cada mañana me levanto y lo aprecio. Pero las personas que me conocen un poco saben que yo he tenido dificultades muy grandes, desde los problemas de aprendizaje en mi niñez, la muerte de un hermano al que yo adoraba y que murió muy joven, un divorcio que me produjo mucho dolor. En ese momento me di la libertad de pasar un tiempo sola y mi familia me dio mi espacio, sabían que yo estaba en un duelo que eso iba a pasar. Fue algo realmente hermoso de su parte. Hice muchos duelos que estaban sin resolver…”
Difícil entrevistar a esta artista sin que la familia y el peso de los apellidos en su vida expliquen este particular destino. Seria, habla con profundo respeto y cariño de la generación a la que vio trabajar, y a la que admiró todavía más cuando vivió el proceso de creación del Centro León Jimenes.
-“Para entenderse como artista hay que entenderse como persona. Y si no se entienden las raíces, el pasado y la herencia no se puede aceptar y abrazar la libertad de ser realmente quien es uno mismo. Eso, esa conquista de la libertad, fue lo que logré al trabajar en la exposición Huella y Memoria Ahí entendí quién soy y de dónde vengo, porque recogimos el trabvajo e identidad de 100 años, y entendí cuál era la razón del trabajo, del mensaje que había recibido de mi familia. ”
Atada, voluntariamente pero atada, a una carrera profesional en el mundo de la empresa, nunca encontró el momento adecuado para darse el espacio y tiempo que requiere la creatividad. Se decidió por estudiar Arquitectura.
-“Me dio una formación muy completa en cuanto a que podía ya ver las formas, los colores, las texturas y tener unos profesores extraordinarios. No me dediqué profesionalmente, pero intuí, al hacer los trabajos de la universidad, que tenía facilidad para entender la tridimensionalidad, y ver al hacer dibujos técnicos, que los espacios me hablaban en un lenguaje diferente al puramente constructivo. Podía ver con facilidad todos los ángulos, me hablaban las diferentes perspectivas.”
-La Bienal de este año provocó una polémica fuerte. ¿Le sorprendió?
-“Me gusta trabajar con la gente y me gustó empezar a sentirme parte de una comunidad, la de artistas. Creo que faltan esos espacios de diálogo para que las diferentes generaciones de artistas o los grupos de diferentes disciplinas se hablen y se vean trabajar. Es un sueño, poder tener un espacio grande donde los artistas puedan ir a trabajar junto , a compartir momentos de creatividad. Los museos ya no son centros silentes de exposición, ya los centros de arte provocan y establecen espacios de diálogos, pero los artistas dominicanos no tienen, no tenemos esa oportunidad. En el proceso de la Bienal me faltó eso, compartir más con otros artistas.”
-¿Le molestan o asustan las críticas?
-“No, al contrario, me interesan. De hecho, pasé muchos ratos en la Bienal observando qué provocaba mi instalación, recogiendo comentarios, hablando con los espectadores. A veces surgía en la conversación y me identificaba como la autora, otras simplemente oía. ”
-¿Quién es Lilón?
– “Firmo así, Lileón, pero con la e dentro de la o. Es, de nuevo, una conexión con mis raíces. Lidia Castellano fue una persona muy importante en mi vida, le decíamos mamá Lidón, porque sus amigas le decían Lidón. Así que de una manera u otra las cosas me van ligando a lo que somos. He tenido la dicha de crecer con mujeres muy inteligentes, desde mi madre a mi abuela Maiun. Sin entender que somos parte de ellas, de las que venimos, no podemos entendernos. Y sin entendernos no nos podemos dar el permiso de ser.”